domingo, 10 de enero de 2010

UNA VISIÓN ACERCA DE ... (2ª parte)




3. Vulnerabilidad y formación de profesores

Hemos aprendido a concebir la formación de profesores desde la perspectiva del valor, la actitud, el conocimiento vivido, “experienciado”; consecuentemente, no se trata sólo de hablar y referirse a estos aspectos - lo que los alumnos denominan “sólo teoría”- sino “vivenciando” junto a nuestros discípulos, en la práctica misma, lo que se pretende que ellos aprendan. Así, al peguntárseles en las primeras sesiones de clases las expectativas que ellos presentan acerca de lo que debe suceder en las aulas y, en general, en contextos educativos universitarios, no vacilan en expresar que esperan que “el respeto” y “las buenas relaciones interpersonales” predominen, desterrando “el autoritarismo del profesor” y “las formas humillantes de tratar a sus alumnos”.

No obstante, la gran duda que surge es, ¿resulta hacerlo así?, es decir, nuestros ya ex-alumnos, una vez terminado y aprobado el curso, ¿son realmente capaces de transferir “lo aprendido” a situaciones reales del futuro inmediato? Si no son capaces de hacerlo, ¿podemos esperar que sí lo hagan en el mediano y largo plazo? Si tampoco van a ser capaces de aplicarlo en un futuro no tan cercano, ¿qué se supone que debamos hacer?

La búsqueda de respuestas puede estar en los acuerdos que todos los formadores de formadores encuentren para vivenciar los valores y necesarias actitudes con sus alumnos. Que el amor que sienten y demuestran por su profesión sirva de modelo a los futuros educadores.

Es también posible pensar, como lo ha manifestado hace un par de semanas Arne Duncan, Secretario de Educación de Estados Unidos, que hay que considerar que “los mejores alumnos del nivel equivalente a enseñanza media no se demuestran interesados por seguir las carreras de pedagogía mientras los profesores universitarios más estimulantes no están trabajando con estudiantes que deseen enseñar. Esto significa que comparativamente los alumnos más débiles en programas menos rigurosos intelectualmente son aquellos que se están preparando para ser profesores”[1].
Si la realidad norteamericana es similar a la nuestra, puede significar, entonces, que formar profesores hoy en día es un esfuerzo y desafío titánico. Tal vez no se trate sólo de hacer menos vulnerables a los futuros profesores sino recibir candidatos a profesores menos vulnerables.


4. Desafíos que nos plantea la vulnerabilidad de los alumnos

En los alumnos vulnerables, carentes de afectividad, su sentimiento de escasa autoestima, sea por la razón que sea y con independencia del responsable, se plasma en un problema de adaptación personal y muchas veces deciden voluntariamente portarse mal en el establecimiento educacional como una simple estrategia para llamar la atención; en consecuencia, los alumnos vulnerables, mientras continúan en dicho estado, están psicosocialmente estructurados para reaccionar de mala manera, es decir, con una alta probabilidad con falta de respeto.

No obstante, es posible producir conductas respetuosas en alumnos vulnerables mediante un trabajo arduo, exigente y de largo aliento[2]. Se estima que debe ser colocado en prioridad número uno como el logro a alcanzar en una situación educativa. Todos los demás son secundarios y muchas veces posible, sólo y únicamente, si la relación del alumno con sus profesores es de un genuino y sentido respeto. (Hay una gran coincidencia en los alumnos y apoderados en general que el respeto es tal vez el valor principal, no obstante no existe tal coincidencia cuando se trata de establecer indicadores de éste).

Consecuentemente, si preconizamos el logro de objetivos transversales como el “respeto y valoración de ideas y creencias distintas de las propia y reconocer el diálogo como fuente permanente de humanización, de superación de diferencias y de aproximación a la verdad”, uno de los OFT de la Educación Básica, entonces debemos preguntarnos qué y cómo, todos los ciudadanos de Chile, lo estamos haciendo día a día, fuera y dentro de las aulas para ayudar a este fin…Hace poco en un chiste aparecido en la prensa, se leía:

“Bien, ha terminado ‘Dónde está Elisa’, pero tenemos
más peleas, más acusaciones, más dobles discursos,
más huelgas…., más debates
(descalificaciones) presidenciales,…más riñas
entre brigadistas/propagandistas”.

No obstante, de acuerdo a varios estudios, se demuestra que “hay un salvajismo de represión en todos los niveles, represión que se da especialmente con los sujetos que se muestran críticos y reflexivos”[3], valores deseables a ser logrados por nuestros estudiantes, y que ningún profesor o directivo educacional lo negaría; no obstante, tenemos muchísimas muestras de la gran diferencia que existe entre lo que los educadores dicen y lo que realmente hacen. Por lo tanto, lo deseable es que ellos demuestren atención y respeto por los educandos, por sus sentimientos y emociones, por sus ideas y visiones críticas aunque sean contrarias a las suyas. Precisamente, entre todos los valores, debe rescatarse y enseñarse constantemente - a través de las diversas asignaturas- el respeto. Éste debe partir del director hacia sus profesores, entre los mismos profesores, entre profesores y apoderados, entre alumnos. Si no es así, los propios educadores pueden ser los responsables del bullying en el colegio.

La preocupación del profesor por darles un rol protagónico a sus alumnos, es un tipo de ejercicio democrático que hará que nuestros estudiantes sientan que son considerados, que se apuesta por su contribución a la convivencia diaria y que entiendan en la práctica misma el respeto, la flexibilidad, la tolerancia y la cortesía, entre otros valores. No se debe olvidar que “la escuela es ante todo el lugar donde se construyen los vínculos sociales, donde debe elaborarse la ‘democracia de la vida’”.[4]

Al parecer, en nuestra sociedad castigadora es más simple apelar a lo que conocemos, a lo que hemos experimentado como modelo en nosotros mismos, al haber sido sancionados, probablemente más de una vez en el hogar o en la escuela. En otras palabras, si hemos sido castigados, entonces, castigamos. ¿Conocemos otra alternativa que no sea la punitiva? ¿Por qué la muletilla, “el castigo que yo le daría sería…”? ¿Qué soporte teórico avala buenos resultados en el corto, mediano y largo plazo con su aplicación? Y si somos educadores-maestros, ¿por qué no aplicamos “intervenciones pedagógicas” que verdaderamente hagan recapacitar, reflexionar, repensar, empatizar? ¿O no estamos reflexionando como educadores para hacer mejor nuestro trabajo?

Recordemos que el profesor es un profesional de la educación. Los alumnos que tiene al frente son sujetos en desarrollo a quienes tiene que ayudar a ser mejores en todo ámbito: moral, afectivo, social, intelectual, cognitivo, en síntesis, un mejor ciudadano.

La escuela, como nunca antes, requiere del derecho - puesto que las manifestaciones de violencia y agresión[5] en los establecimientos educacionales han aumentado considerablemente durante los últimos veinte años[6], - y éste sólo se va a legitimar en la sociedad si tiene como eje principal la convivencia escolar como “laboratorio formador de una ciudadanía responsable y conciente de la necesidad de la existencia de normas que regulen su accionar diario, pero que las mismas contengan valores y principios fundamentales, consensuados y aceptados por los sujetos que intervengan en las instituciones y no por normas impuestas a fuerza de represión y violencia”[7].

Es necesario, urgente, ético, moral y políticamente deseable obligar a las instituciones formadores de profesores a implementar curricularmente la formación de los futuros profesores en el ámbito de las relaciones interpersonales, sobre todo, con estudiantes altamente vulnerables.





[1] Ver Engel, S. Teach your teachers well. New Marlborough, Mass.
[2] Bustos, A. (2008) “¿Es posible desencadenar conductas respetuosas en alumnos vulnerables?” Vinculación Establecimientos Educacionales-Universidad: Relacionándonos para ser mejores. Universidad de Playa Ancha, 2008:102.

[3] Verba, D. (1998) Absentéisme et violence à l’école. C.R.D.P. de Grenoble, C.D.D.P. de la Drôme, 102.
[4] Petrella, R. (2003) Cinco trampas tendidas a la educación. La educación no es una mercancía. Selección de artículos de Le Monde Diplomatique, Santiago: Ed. Aún creemos en los sueños, p.65.
[5] Se hace la distinción entre violencia y agresión. La primera la entendemos como una manera de proceder contra el modo natural o la voluntad del otro. En cambio, la agresión la consideramos como el acto de acometer al otro con el fin de provocarle daño, dolor o sufrimiento, especialmente sin justificación. Mientras la violencia no trae necesariamente aparejada la idea de un propósito en contra de otro, la agresión sí lo tiene.
[6] Véase por ejemplo, Roger, E. (2001) Violence à l’école et politiques de formation des enseignants. 179-189. En www.obsviolence.com/french/colloques/Prog_cm_paris.doc. Los nombres para denominar las « violencias » crecientes en la escuela, de cualquier estamento de la educación, así como sus “tratamientos” son variados. Entre los más comunes: escuela violenta, bullying, acoso, amedrentamiento, niños humillados, conflictos en la escuela, violencia/agresión en las aulas, educación para la civilidad, educación en la ciudadanía, mediación escolar, convivencia escolar, educación para la paz.
[7] Soria, R.E. (2007,b) La importancia del derecho educativo en la sociedad globalizada. En http://www.egrupos.net/userProfile/2091102